


















En todas las reformas de edificios singulares –como es el caso de la reciente reforma de esta vivienda de Madrid en el barrio de Almagro–, el reto es conferir un uso actual y planteamientos contemporáneos, a la vez que se preservan los elementos históricos que le confieren dicha singularidad.
Estos elementos históricos son claves para el proyecto de arquitectura –sobre todo desde el punto de vista formal–, pero más si cabe para el de interiorismo, pues suelen tratarse de revestimientos, chimeneas, molduras y materiales que además de ser testigos de la historia, enriquecen y tiñen el espacio con una estética pretérita.
Como en todas las intervenciones de ABATON, hay dos máximas que son primordiales: Buena luz y ventilación, y circulaciones cómodas, racionales y contemporáneas. En la distribución del espacio diferenciaron la zona social de la de los espacios privados, desarrollando el programa público en torno a un vestíbulo diáfano, amplio y generoso, dejando la sala de estar, pensada para la familia, como una zona de filtro entre ambas zonas. En el vestíbulo, frente a la antigua chimenea, se ubicó una icónica butaca de Eero Saarinen editada por KNOLL.
La pared de ladrillo visto revela el antiguo sistema constructivo y condiciona las texturas y tonalidades remarcando el diálogo antiguo-contemporáneo. El uso de los colores sigue fiel, casi al pie de la letra, el programa arquitectónico. En el comedor, por sus proporciones y su carácter casi solemne, el color ser redujo casi al mínimo, con unas bases neutras que refuerzan la potencia de la mesa de MDF Italia. En las zonas de recibir se disponen las piezas en tonos básicos de carácter neutro, con la introducción de ciertas notas de color que enlazan con la zona privada, en donde se materializa una atmósfera más personal, y en la que el color, según el gusto de la propietaria, se despliega alegre tiñendo la sala y marcando aún más la transición entre las dos zona.
ÁBATON
BATAVIA
Belén Imaz