














Para la reforma de esta vivienda uno de los principales factores era que el núcleo central era la cocina, conectada con el recibidor. Estas estancias articulan el piso dividiéndolo en dos zonas, una social y otra más para el ámbito privado. La zona más privada tiene un acceso invisible a través de los muros de la cocina. Eliminar las conexiones interiores de la primitiva vivienda para lograr más luz en la zona intermedia, y un uso cómodo y racional de la misma, fue la respuesta arquitectónica para lograr un lenguaje contemporáneo. El juego de las texturas enriquecen la experiencia gracias al contraste brillo-mate de los suelos y el techo de la cocina.
El resultado es una zona de estar y recibir de generosas dimensiones y uso múltiple, a la que dimos unidad fundamentalmente por medio de los colores de las tapicerías de los sofás.
El diseño de los sofás elegidos tenía que ser neutro, para dirigir la atención hacia la belleza y sutileza de las butacas japonesas de Ritzwell diseño de Atelier D.Q., o de las mesas de centro de Jun Kamahara.
Como nota discordante destacamos la pequeña mesa auxiliar de colores diseño de Tomita Kazuhiko para Moroso, los jarrones de Bitossi de Benjamin Hubert, y los cojines colección BATAVIA.
Otros iconos del diseño presentes en el salón son la lámpara Grasshopper de Greta Grossmann editada por Gubi, o la eterna butaca Lady diseño de Marco Zanuso de 1951. En el plano nacional, queremos destacar una de las lámparas cuya luz más “hogar” genera, la FAD de Miguel Milá de 1974.
ÁBATON
BATAVIA
Belén Imaz